Giró el semicírculo.
Borró su sonrisa.
Lucha encarnizada
en la esfera herida.
Entecos los cuerpos,
la mirada ida.
Ni el fruto del árbol
ni la tierra viva
llenaban sus venas,
huérfanas, vacías.
El hambre voraz
al niño comía;
el silencio amargo,
su fiel compañía
El campo oxidado,
la industria dormida,
un hombre sonámbulo,
el neón le avisa.
El descanso espera,
la cama vacía.
La puerta cerrada,
la ilusión perdida.
De cristal sus ojos
lanzaban diatribas
y la bala rasa
volaba perdida.
Un misil certero
sesgaba las vidas.
Y míseros niños
sin sueños huían
por los pasadizos
de la noche fría.
Cabalga en el aire
la vil injusticia
mientras vaga el hombre
entre la inmundicia,
que siembran inmundos
con manos indignas.
Giró el semicírculo.
Borró su sonrisa.
Lucha encarnizada
en la esfera herida.
(MjH)