No. No me llames.
Hoy no me llames,
aunque tu voz estalle de deseo
aunque rebeldes las palabras huyan
y acudan a mi encuentro.
No. No me llames.
Sella tu boca
con herméticos cerrojos de hierro,
para que apresen con
fuerza mi nombre
y no lo susurre el viento.
Porque si tú hoy me llamas
a gritos, con desespero,
con ardor, con desvarío,
o con la luz del
recuerdo,
no habrá montañas
abruptas
ni cimas de frío hielo
ni glaciales desangrados
ni océanos turbulentos
ni ríos de negra furia
que a mi amor le pongan freno.
No. Hoy no me llames, no.
Vele tu boca el silencio.
Deja que tu voz se rompa
aunque estalle de
deseo.
(MjH)