Te vi sólo un
instante.
Paseabas,
y de la mano de una
diosa apócrifa te me mostraste,
cabalgando ilusiones por la tarde cálida de un día de
sombras.
Sólo un instante,
y eclipsé
fulminantemente mis
pasos y frené mi convicción,
detuve mi presente y
te dejé bogar en tus sueños de olas.
Un instante sólo
y, encadenada
impenitentemente a un punitivo adiós ,
inmolé mi porvenir sobre el ara gélida de la dura roca.
Y en ese instante
cerré los ojos
y volaste sobre la
cometa de mi dolor sangrante
sin deshojar siquiera
los mustios tréboles de mi alma rota.
Y enmudeció el aliento,
y murió la melodía,
y el instante se hizo eterno.
MjH
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