Hacia el brocal de tu boca jugosa
corrió mi labio en salvaje embestida,
para beber la savia suspendida
en su corola fogosa y amorosa.
Y al contemplar tu
cara candorosa
bajo la luz de la
estancia dormida,
frené el deseo de mi loca estampida
y al instante domé mi sed ansiosa.
Pero el volcán de mi pasión ardiente
se desbordó en ríos en osadía
y mi labio voló muy
diligente
hasta tu boca de dulce ambrosía.
Y allí atrapé como llama candente
besos de abril de roja malvasía.
(MjH)
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