Adiós, Rafael, ¡amigo!,
al fin podrás galopar
en pegasos muy veloces
hasta
la orilla del mar.
Allí pececitos verdes
y palomas de la paz
serán grata compañía
en la azul
inmensidad.
Y cantarás tus
coplillas,
las de Panadero,
Juan,
y, sin peligro,
en Roma
seguro caminarás
con Federico, tu hermano,
que te venga a
acompañar
al son de bellas canciones
y cantos del Paraná.
Con
él irás a Granada,
en
Granada entrarás;
sin perderte en arboledas,
sus calles
recorrerás.
Y aspirarás su belleza,
respirarás libertad,
olvidando
sinsabores,
recobrando la
verdad,
disfrutando la
poesía
por
toda la eternidad.
¡Que
los angelitos buenos
te guíen
en el más allá!
MjH
Antequera, 18 de
octubre de 1999
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