Cayó la noche y, en su silencio hueco,
se desplomó sobre la tarde cálida
de un estío de luna fría y pálida,
cayó la noche con bruno embeleco.
Arisca y terca atrapó el sordo eco
del deseo quiescente en la crisálida
y el tierno amor huyó
con faz escuálida
por los lares de un
río turbio y seco.
¡Noche fatal, con saña y sin clemencia
oscureces la estancia del camino
a lomos de la más negra inconsciencia,
y te ensañas con loco desatino,
abriendo entre los
dos, sin indulgencia,
la brecha hostil que ciega su destino!
MjH
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