(En memoria de Curro Ontiveros, que se nos fue en un suspiro
y a deshora una madrugada fiera y esquiva de febrero,
sumiendo a todos los que lo conocimos y quisimos en una ciénaga de dolor.
Antequera, febrero de 2015)
Llegó la muerte traicionera y fría,
cerró con saña sus alegres ojos,
selló brutal con gélidos cerrojos
aquella boca, que antes sonreía.
Aprisionó en jaulas de atonía
lozanos brazos de entrega a manojos
y abrió un manto de pálidos abrojos,
que hundió en la noche agujas de agonía.
¡Oh muerte, precoz y
usurpadora,
que dejas el hogar desguarnecido
de amor, de luz, de fuerza embriagadora
y siembras con tu
gesto desabrido
hondo aguijón de pena abrasadora,
en llanto sin
consuelo consumido!
(MjH)
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