Allá en la
distancia, entre la maleza,
tras firmes palmeras de hoja afilada,
como
centinelas de su alma cansada,
se hallaba la casa envuelta en nobleza.
Sus muros vencidos
de añeja entereza,
su faz somnolienta,
teñida y ajada,
su portada
regia de reja oxidada
ungían su
aura de frágil grandeza.
Y desde el
hogar de historias gozosas
de la vida el
humo ya no se veía,
ni risas, ni llantos, ni fragantes rosas.
Quedaba la
casa velada y vacía,
guardando en las grietas de olas brumosas
el misterio
amargo de su edad tardía.
(MjH)
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