¡Qué linda que va la moza!
La moza, ¡qué linda va!
Con su traje de percal,
y el cántaro en la
cadera,
la moza, ¡qué linda va!,
¡qué lozana y altanera!
Un manojo de jazmines
adorna su cabellera.
La mansa brisa la
mueve,
la brisa mansa la peina.
Con peines de fina plata
peina sus hilos de seda.
Y allá en medio de la plaza
con su fluir cantarino,
vierte la fuente en
su seno
cuatro chorros cristalinos,
que armonizan el andar
de su cuerpo tan garrido.
La moza, ¡qué linda va!,
¡qué aire tan distinguido!
La luz de sus negros ojos
al cielo le roban brillo.
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Las campanas de la torre
de la iglesia parroquial
lanzan de amores
gemidos
al ver su talle danzar.
Tañen tiernos madrigales
de rojo ardor pasional,
que hieren los corazones
de los mozos
del lugar.
Por las esquinas, susurros:
“La moza, ¡qué linda va!”
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En los jardines cercanos,
un joven, tras los
dompedros,
la contempla embrujado
por su cara y por su
cuerpo.
Que quiere ser su galán,
que quiere ser su Dondiego
todos los días del año,
los veranos, los inviernos,
otoños y primaveras
quiere su amor hechicero.
¡Qué linda que va la moza!
La moza, ¡qué linda va!
MjH
La podría firmar el mismísimo Lope...
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