sábado, 27 de abril de 2013

ROMANCE DE LA NINFA ENAMORADA



El sol moría en silencio,
la noche se avecinaba
y entre los  ríos de sombras
la ninfa busca, buscaba.

A su pastor requería,
ese que la enamorara,
para ver sus ojos grises,
los que le robaran su alma.
Mas vislumbrar no podía
su figura tan gallarda.

Buscaba en los verdes prados,
y  en las campiñas lejanas.
Buscaba en los apriscos,
y en las extensas llanadas.
Buscó con gesto afligido
por los bosques y  vaguadas,
con los cabellos al viento
y perdida la mirada.

 Preguntó a las avecicas,
y  ninguna contestara;
a los regatos inquirió
y ni las aguas sonaban.
Suplicante, a las estrellas,
que el cielo ya tapizaban,
lanzó sus dolidos ojos
sin respuesta a su llamada.

"¿Dónde está mi pastorcico,
aquel que en las noches claras
contemplaba el firmamento
del monte en sus majadas.
Aquel que raudo corría
por la vega y la montaña
exhalando los aromas
de romero y mejorana.
Aquel que en sus bellos ojos
tantos misterios guardaba,
cual enigmas de la Esfinge,
que ni Edipo adivinara.
El que soñaba despierto
al son de la su dulzaina,
el que en la mullida hierba
su cuerpo se retozara.
El que en las noches de mayo,
en noches plenilunadas,
de amor sus bellos cantares
a los cielos emocionaban?"

Y ninguna creatura
diera respuesta acertada,
sino fuera el manso viento
con palabras susurradas,
que, cual  dardos afilados,
su corazón traspasaban.

“El pastorcico garrido,
el pastor a quien amaba,
partióse hacia otras tierras
donde el ganado llevara.
Nunca más franquearía
su rebaño esa cañada”.

Y si un abismo existiera,
ese abismo la tragara.
No hubo sima más profunda
en donde hundir su esperanza.

El pastor había partido
y nunca ya regresara.
La ninfa murió de pena
mientras la noche llegaba.



                              MjH