lunes, 17 de noviembre de 2014

ROMANCE DE CHULERÍA




Don Gregorio Marañón, médico endocrino, científicohistoriador, escritor y pensador español perteneciente al Novecentismo, en su ensayo sobre el personaje literario de “Don Juan Tenorio” (Don Juan. Ensayo sobre el origen de su leyenda, 1940), tras un análisis pormenorizado de su personalidad, llega a la conclusión de que el “donjuanismo” no se debe a un exceso de virilidad, sino a todo lo contrario. Esta conclusión de Marañón escandalizó tanto en su época, que, en la representación de Don Juan Tenorio de Zorrilla en noviembre del mismo año de la publicación del ensayo, el actor que protagonizaba la obra se adelantó en el escenario espada en alto y llamó a gritos a Don Gregorio retándolo a duelo por su “infame calumnia”.
 El romance que hoy subo al blog trata con algo de sarcasmo de la figura del  personaje de Don Juan, el Tenorio conquistador, que entiende el amor como una carrera de fondo, en la que lo esencial  es la cantidad de conquistas como medallas de las que jactarse. Por ellos, por todos los “donjuanes” obsoletos y apolillados,que aún en el mundo son, va este romance).








¡Ay, chulo, chulo, chulesco,
chulo de la chulería!,
el día en que tú naciste
ya nadie más nacería.
¡Hombres así tan bragados
sólo uno y en mil días!
La luna ni se asomaba,
el sol no resplandecía,
bien escondidos estaban
temiendo tus “borderías”.
Ese día tan fatal,
en que viniste a la vida,
se apagaron los faroles,
los candiles ya no ardían,
la naturaleza toda
en suspenso quedaría,
porque nadie como tú,
nadie con tu valentía
habitaba en esta tierra,
destacaba en osadía.
Y Tenorio te llamaron
Tirso y José de Zorrilla,
contando tus aventuras
de Casanova pamplinas.
De palabra muy audaz,
con incautas palomitas
te lanzas casi a destajo,
en ello te va la vida,
para dejarlas después
tiradas por las esquinas.
¿Qué intentas tú demostrar?
¿Qué mostrar tú pretendías?
¿Que nadie dude jamás,
que nadie en duda pondría
tu ingente virilidad
y tu atávica hombría?
Pues lo hizo Marañón,
el prócer novecentista,
el que nos contó la historia
de Enrique, rey de Castilla.
Este médico erudito,
este insigne ensayista
la máscara le quitó
a nuestro mayor machista,
machote de poca monta,
seductor de pacotilla,
galanteador pendenciero,
bravucón, perdonavidas,
portador de mil medallas
por las presas conseguidas.
Este ancestral seductor,
aqueste gran camorrista,
llegado el crucial momento,
cuando a la lid se avenía,
nada daba y entregaba,
todo él lo recibía.
 Había tirado la torre,
la torre y la alcaicería,
con eso ya le bastaba:
¡el galardón lo tenía!
¿Donde está, dime, el placer
de aqueste macho “hipanista”?,
¿en practicar con denuedo
su inherente misoginia?
A mí se me ocurre entonces
(y lo digo de esta guisa)
que esa forma desbordada
de conquistar señoritas,
adolescentes, señoras,
y hasta cándidas novicias,
con tretas intencionadas
y con dolosa malicia,
propia de gusanos es,
gusanos de piel muy fina,
que se acaban convirtiendo,
que se tornan enseguida
en una gran mariposa,
una mariposa linda,
muy vistosa y adornada
con “pluma” en las alitas.
                                  (MjH)










sábado, 15 de noviembre de 2014

Melancolía










Chorros de plata licuada,
en bandejas de tormento,
en bateas de desdicha,
resquebrajan sentimientos.

La tarde sin su arcoíris,
con pátinas de  desvelos
tiende su urdimbre de nácar
en los picos cenicientos.

Y el corazón se desborda
por las cimas de los cerros
con hendeduras de angustia,
donde se oculta el anhelo.

Un jilguero se desploma
en los pozos del recuerdo.
Sus alas caen abatidas
bajo el tenebroso cieno.

Y una triste melodía
de heladas palpitaciones,
rocía las emociones
de  leve melancolía.

                     (MjH )

viernes, 14 de noviembre de 2014

Se fue





ruptura sentimental





Se fue
de puntillas y en silencio,
hilvanando entre las nubes
palabras que no nacieron,
promesas de siemprevivas,
que en el aire se rompieron.


Se fue
sin reproches ni lamentos,
con el viento a su favor,
y atrás dejó el desaliento
de mil noches de agonía
y mil días de tormento.

Se fue
bajo cirros cenicientos,
sobre lodosos estigmas
de falsos requerimientos,
de vagas incomprensiones,
de conjuros traicioneros.

Se fue
a las claras escondiendo
entre espinas de quebranto
la pasión que consumieron.
Ni una lágrima regó
la sequedad de sus sueños.

Ella no salió a buscarlo.
Él no amagó su proceso.
Y Amor se fue evaporando
por los poros del sendero.
                                  (MjH)




viernes, 7 de noviembre de 2014

El árbol del amor











Debajo del árbol
de frondosa copa,
el niño y la niña
de azul y de rosa,
con risa inocente,
saltan a la comba.
Se tiñe el paisaje 
de voces canoras,
de cándidas chispas,
de vírgenes notas,
y su alegre canto
la tarde enamora.


A la rueda, rueda
y a la pata coja;
de los calendarios
se caen las hojas.


Debajo del árbol
de frondosa copa,
dos núbiles chicos
las manos se rozan
y un leve suspiro
de sus almas brota.
Se estremece el cielo,
de azahar se orla,
de almendros en flor,
de blancas begonias,
y un halo de luz
la tarde enamora.


A la rueda, rueda
y a la pata coja;
de los calendarios
se caen las hojas.


Debajo del árbol
de frondosa copa,
la joven pareja
enlaza sus bocas,
en un beso ardiente,
de ardientes corolas,
de claveles rojos
y amapolas rojas,
sellando con fuego
del amor su historia,
y un dulce latir
la tarde enamora.


A la rueda, rueda
y a la pata coja;
de los calendarios
se caen las hojas.


Debajo del árbol
en su mustia copa,
el amor asciende,
el amor corona
los dos corazones,
que al ocaso asoman,
y el otoño ocre
de hojarasca rota
arrulla en sus brazos
la brisa que sopla,
cuya serenata
la tarde enamora.


A la rueda, rueda
y a la pata coja;
de los calendarios
se caen las hojas.


El árbol desnudo
de esmeraldas hojas 
cobija callado
al hombre que llora
y que a solas vela 
la gélida losa,
bajo cuyas alas
de brumas remotas,
la mujer amada
yace entre las sombras
y un triste silencio
la tarde enamora.


A la rueda, rueda
y a la pata coja;
de los calendarios
se caen las hojas.


Llegó ya el invierno,
seca está la copa.
La vida no sigue,
la vida se corta.
Y bajo la tierra,
en las frías fosas,
dos cuerpos se unen
con raíces hondas,
y el amor eterno
la tarde enamora.


A la rueda, rueda
y a la pata coja;
en los calendarios
ya no quedan hojas.

                       (MjH)