lunes, 12 de junio de 2017

Se esfumó el olor...






Se esfumó el olor
de la bella rosa,
se acalló el rumor
de notas canoras
de los mirlos blancos,
que en las ramas posan,
se marchó buscando
cobijo en las sombras
la cálida brisa,
suave y mimosa,
y el caudal del río
detuvo su ronda
cuando la ancha noche
desplegó sus olas
sobre el campo gris
y la ciudad sorda.
Se quedó en suspenso,
quieta y silenciosa,
la Naturaleza
ansiando la aurora,
dormida en su lecho
de pálidas hojas.
Un calmo mutismo
por el prado boga.

Sólo atroz un lamento,
que la paz le roba,
estremece el campo,
el aire corona
de negros suspiros
con  negra areola.
Una margarita
con el alma rota
derrama su esencia
de ocre corola
entre los olivos
y las amapolas.
No hay estrella lúcida
no hay luna redonda,
que apaguen su pena
mustia, melancólica.
Solloza abatida,
gime quejumbrosa
por su soledad,
hosca y tenebrosa,
esperando inquieta,
dolida y llorosa,
que el día despunte
y extienda su alfombra
de dorados rayos
y doradas blondas
para que sus ojos
hallen codiciosa
los ojos radiantes
del que la enamora,
para que sus noches
lúgubres, penosas,
lozanas se vuelvan
con el sol que asoma
y enterrar sus lágrimas
de negra congoja
en  bruñidos lagos
de alegría gozosa.

Mustia margarita,
no sientas zozobra
ni males de amores,
tranquila reposa
en el blando prado,
ufana y ociosa,
que llegará el alba
con su blanca toca
y tu fiel amante
de aura luminosa
pronto nacerá
y no estarás sola.

¡Tú no desesperes,
margarita hermosa!
             (MjH)