martes, 24 de mayo de 2016

Romance de Angustias la Mejorana






(Con este romance les rindo un homenaje a todos los poetas que han sido y son autores de hermosas coplas, inundando de lirismo, sentimiento, pasión y garra, las letras de la canción española)



Me miraste y te miré
aquella alegre mañana
cuando tu calle subía
mientras que tú la bajabas
tan airoso y tan señor,
como torero en la plaza,
con ese andar tan gallardo,
que Manolete envidiara
y dos garzos alamares
adornándote la cara.
Y al punto yo me quedé
de tus encantos prendada,
porque tus mares de añil
inundaron mis pestañas
y las olas de tu risa
en sus crestas me enredaban.

No sé si te saludé,
ni si tú me saludaras,
porque mudas se quedaron
las cuerdas de mi garganta.
¡Y a fe que me camelaste
como yo te camelaba!

Tú seguiste tu camino,
yo a mis asuntos me andaba,
pero, al volver la cabeza,
se clavaron en mi alma
puñales de sentimiento,
puñalitos de hoja ancha,
y de par en par se abrieron
mis carnes a tu mirada.

Desde esa mañana alegre,
mañanita alegre y clara,
yo me pasaba los días
cargadita a tus espaldas,
con tus ojitos prendíos
en el forro de mi aura.
No hubo brida que me atase
ni freno que me frenara,
con mis alas puras y libres
a tu costado volaba,
que sólo se removían
los volantes de mi falda
con ese aire garboso
de tu figura galana.


Y me solté la melena
y con flores la adornaba,
y me puse mi corpiño,
con el que bailo en las zambras,
sobre mi camisa nueva,
en mi cintura anudada
y mi falda de percal,
la que me pongo en las galas,
con lunares encarnados
y  blondas en las enaguas.
Y me lancé como loca
por callejuelas y  plazas
a buscar tu gentil cuerpo
para beber de su savia.
Y te busqué en Doña Elvira,
y por la Plaza de España,
por Sierpes y el Arenal
por San Francisco y Santa Ana,
 y, al ver tu talle de junco
rondando la Maestranza,
se me encendió el corazón
cual cirio en Semana Santa.

A mi vera te acercaste,
me dijiste unas palabras,
que incendiaron mis mejillas
e iluminaron mi cara:

“¡Quién pudiera ser, morena,
ese corpiñito grana,
“pa” estar pegao a tu piel
de la noche a la mañana!”

A tu vera me acerqué,
mis lunas bien remozadas,
y al oído te canté,
con voz quedita y quebrada,
la copla que me brotó
del fondo de mis entrañas:

"¡Quién pudiera ser, serrano,
de tomillito esa rama,
que robaste de la sierra
y prendiste en tu solapa!"

Nos volvimos a mirar,
la candela nos quemaba,
y se besaron los ojos
mientras las bocas callaban.

No nos quitaban la vista
las comadres deslenguadas,
ni las vecinas chismosas,
que a voz en grito exclamaban:

“¡Qué se trae entre manos
el payo con la gitana!
Mira que ella es mocita,
y él, señorito de farras,
que tiene tres churumbeles
y una mujer rubia y alta
con anillito en el dedo,
que lo esperan en su casa!”

Y corrió la cantinela
por rincones y ventanas,
por los patios y cancelas,
por rejas engalanadas…,
el viento de punta a punta
por Sevilla pregonaba
esta historia de amoríos
al toque de las campanas
del Salvador, Gran Poder,
la Magdalena y Giralda,
Santa Paula, San Bernardo,
todas ellas repicaban
esparciendo por el río,
por la venta de Eritaña,
por calles y por callejas
la soleá desdichada:

“Tiene duquitas moradas
por un querer y una pena
Angustias la Mejorana”.


Y yo que tengo mi honra
y soy gitana de raza
de tu vera me aparté,
como el aceite del agua,
que del fuego del querer
intenté apagar las brasas
poniendo tierra por medio
entre tu estampa y mi estampa,
porque eres hombre casado
y eso yo lo respetaba.

Y supe desde aquel día,
desde esa negra mañana,
que llevaría una cruz
de clavos y agudas facas
colgandito de mi cuello,
como pesada medalla,
como cilicio de fraile,
de expiación atormentada.

Mas te juro por la Virgen,
la Virgen de la Esperanza,
esa madre primorosa,
que es la reina de Triana,
que en las vías de mis venas
y en los centros de mi alma
tu sangre paya será
siempre allí la soberana,
porque es gitana cabal
Angustias la Mejorana.
                                  (MjH)

domingo, 15 de mayo de 2016

Suspiros de amor, suspiros...








En la coma que me como,
en la admiración que olvido,
en el punto que no pongo
cuando el usarlo es designio,
en los signos interrogantes,
los que omito al principio
y los que al final se pierden
porque el dedo no iba fino,
todos cuelgan de sus trazos,
recargados o sencillos,
exhalaciones veladas
de mi centro enardecido,
en cuya llama se enlazan
tu corazón con el mío,
pira de ardor que desprende
suspiros de amor, suspiros.

Amor de cilantro fresco,
de menta y de malvavisco,
de albahaca y yerbabuena,
y de carmesíes mirtos,
que no lo enterró el otoño
bajo sus hojas perdido,
ni lo apagó el crudo invierno
con sus vientos bruscos y fríos,
ni lo secó alegre el sol
aquel mayo florecido,
que, dorado y transparente,
lanzaba al aire quejidos,
ni lo consumió el verano
con su voraz desatino.
Amor que lleva en su aroma,
grabados con buril fino,
suspiros que van volando
y atracan en tu camino,
llenando tus aledaños
de fulgores encendidos.

En las comas que me como
y en los signos que me olvido,
con alfileres de nubes
van prendidos mis suspiros.
                                    (MjH)




domingo, 8 de mayo de 2016

Me voy por la tarde arriba








  Me voy por la tarde arriba
para encontrar en su eco
de nostalgia y agonía
los harapos de mis sueños.

  Entre hojas taciturnas
de cipreses y de cedros,
fibras de nubes esquivas
los arrullan en su seno.

  Y los sueños sediciosos
huyen por el firmamento
detrás de estrellas fugaces,
cobijo de ámbar y espliego.

   Espliego que va regando
de frescor y sentimiento
el ánima vespertina
y las venas del silencio.

  Y en los iris del crepúsculo,
se desentumece el viento
bajo el refugio argentino
de sus párpados de hielo.

  De las cavernas sombrías
de este mayo macilento,
brotan chispas encendidas
para avivar tu recuerdo.

  El día, ya adormecido,
esparcirá sin aliento
el amor que en otro mayo
nos hizo sus prisioneros.

  Me voy por la tarde arriba
a recuperar mis sueños.
                               (MjH)