Giró el semicírculo.
Borró su sonrisa.
Lucha encarnizada
en la esfera herida.
Entecos los cuerpos,
la mirada ida.
Ni el fruto del árbol
ni la tierra viva
llenaban sus venas,
huérfanas, vacías.
El hambre voraz
al niño comía;
el silencio amargo,
su fiel compañía
El campo oxidado,
la industria dormida,
un hombre sonámbulo,
el neón le avisa.
El descanso espera,
la cama vacía.
La puerta cerrada,
la ilusión perdida.
De cristal sus ojos
lanzaban diatribas
y la bala rasa
volaba perdida.
Un misil certero
sesgaba las vidas.
Y míseros niños
sin sueños huían
por los pasadizos
de la noche fría.
Cabalga en el aire
la vil injusticia
mientras vaga el hombre
entre la inmundicia,
que siembran inmundos
con manos indignas.
Giró el semicírculo.
Borró su sonrisa.
Lucha encarnizada
en la esfera herida.
(MjH)
Sórdido panorama tras una destrucción total del hombre y del mundo. Efectos de cualquier guerra, como siempre aniquiladora de todo lo humano y su entorno. Concentrado romancillo, duro en este caso, hiriente como la cruel estampa que dibuja. Muy bueno.
ResponderEliminarGracias, Jaramos por tu comentario. Un beso
ResponderEliminarNo me huele del todo a guerra La Desolación, aunque se perfila algo del horror que se vive hoy en la sangría de Gaza. Más bien veo reflejada la profunda tristeza de la autora ante las injusticias generalizadas que hoy soportamos.
ResponderEliminarLo relaciono con la amargura de las Nanas de la Cebolla de Miguel Hernandez cuando dice:
En la cuna del hambre
mi niño estaba
con sangre de cebolla
se amamantaba:
pero tu sangre
escarchada de azúcar
cebolla y hambre
Como un grito ante la vil injusticia que cae sobre los sin nada que como dice el poema vagan entre las inmundicias que siembran los inmundos con manos indignas.Muy Bueno. JNV.
Muy gracias, José. Acabo de ver el comentario. Como bien dices, ése es el sentimiento. Un abrazo
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